Difícil no sentir tocado el corazón cuando ocurre algo tan tremendo como el fatal accidente que dejó 9 niñas del Colegio Las Cumbres fallecidas.
En lo personal, como padre, no puedo sustraerme al hecho de sentirme conectado con esas familias que perdieron a esas jóvenes que daban sus primeros pasos en la vida, que ya acunaban sueños y que, como hemos podido leer en la prensa, varias ya proyectaban su diario vivir en algo trascendente, basado en su fe cristiana. Quizás este sea uno de los misterios que quedarán, el cuánto podrían haber aportado como personas en este difícil día a día que vivimos.
Leía los testimonios emocionados de la gente en los blogs de los diarios, los deseos de conformidad para los deudos, de como fuerzas de todo tipo, en los momentos posteriores al accidente, actuaron como un solo cuerpo en Arica, policía, personal de la salud, autoridades que hicieron propia esta tragedia, cada uno aportando con un poco para apoyar a los familiares de estas niñitas, a quienes muchos ya han descrito como verdaderos ángeles que han ido al cielo anticipadamente. Dios las reciba con los brazos abiertos.
Dentro del enorme material gráfico cubriendo este desgraciado hecho, encontré algo, para mí especial, y que logró emocionarme también, es que como padre que siempre ve a sus hijos (as) como pequeños seres, la fotografía ilustra esa visión de nuestros hijos, los cuales parecieran no crecer. Con cariño para estos angelitos que siendo adolescentes, llevaban a su peluche regalón o simplemente habían adquirido un recuerdo para un hermanito, hermanita, como sea, una muestra distinta de ese fatal día.
Niñitas, descansen en paz. Padres, Dios les acompañe en vuestro dolor y encuentren consuelo.