Hoy se ha jugado el partido por el tercer lugar entre Alemania y Portugal, con el triunfo del primero por 3 - 1.
Ha sido motivo de comentario la cálida disposición del pueblo alemán frente a su equipo, el cual partió este torneo sin ninguna expectativa. El favoritismo de equipos estelares como Brasil, Italia y Argentina, hizo que la familia germana asumiera una realidad de segundo actor aparentemente irreversible.
A medida que fue avanzando el torneo, el equipo alemán fue logrando el compromiso de su público, ya que este advirtió que ese plantel bastante joven, tenía su buena dosis de orgullo y bravura, características tradicionales de esa cultura. Fue de esta manera, que se produjo un encantamiento entre jugadores e hinchada, la cual permitió gozar de los triunfos y lo más importante, ser dignos en la derrota dolorosa frente a italianos, lo que les impidió llegar a la final. Así fue, el público alemán tradicionalmente exitista, tuvo la grandeza y humildad de saber apreciar el esfuerzo de esos jóvenes y no le quitó su apoyo para su última actuación. Un lindo ejemplo.
Ya en los días anteriores a este partido con Portugal por el tercer puesto, había una manifestación popular creciente que, pese a la derrota, apoyaba la continuidad del entrenador Jurgen Klinsmann, quizás quienes lean estas líneas no sean habitúes del fútbol, pero una de las cosas que trato de plantear aquí, es destacar la actitud del pueblo alemán, comprensiva y justa ya que supieron agradecer el esfuerzo de esos jóvenes, para los cuales esta actitud creo que será muy motivadora para enfrentar su futuro, el cual se ve muy promisorio ya que, para el próximo mundial, muchos de ellos habrán logrado un alto grado de madurez.
En el mundo actual, se habla tanto del éxito profesional, de hacer bien las cosas y vemos que no pocas veces el que un funcionario no cumpla con los objetivos es causa de despido, con el consiguiente problema para quien es víctima del mismo. La actitud del pueblo alemán nos abre otra perspectiva, una visión que nos hace preguntarnos ¿tenemos que ser siempre exitosos? ¿vale la pena que deje a mis hijos siempre solos, lo mismo que a mi pareja? ¿que clase de logro real estoy obteniendo por causa de mi afán por lograr éxito profesional?. Lo paradójico del caso es que hay cosas que ya hemos aceptado, por ejemplo: que esto debe ser así y fundamentamos nuestras acciones con otras preguntas, una de ellas, por ejemplo ¿quién alimenta a la familia si no yo?, es posible que nos maniatemos a nosotros mismos con lo sesgado de nuestros pensamientos. Un nuevo enfoque es lo que quizás debiéramos buscar y madurar.
La visión del "conformismo" alemán de hoy, nos deja una lección. No se trata de no hacer bien las cosas, pero a lo mejor podemos partir por algo, se ve como difícil, pero ¿porqué no aprender a ser más tolerantes con nosotros mismos?.